Mis recuerdos de mi abuelo siempre están vinculados con su jardÃÂn. Cuando pienso en mi abuelo, que hoy tiene 91 años, lo veo regar y fertilizar las flores hermosas de su jardÃÂn.
Mi abuelo pasó la mayorÃÂa de mi vida viviendo en una casa con un jardÃÂn que daba a un campo de golf. En ese jardÃÂn mi abuelo era arista. Arregló las flores, hierbas y árboles de tal manera que parecÃÂa una obra de arte. HabÃÂa dos naranjos, que tenÃÂan su propio dulce olor, rodeados por hierbas ornamentales de un tono verde agua y flores rosadas. También, entre los naranjos, habÃÂa un limonero que tenÃÂa los limones más agrios del mundo, pero estaba más lejos de la casa que los naranjos y solamente estaba rodeado por oscuras hierbas ornamentales. Lo más magnÃÂfico era el césped, bien cuidado y suavÃÂsimo, podÃÂa pasar todo el dÃÂa durmiendo en él. Los sonidos de ese jardÃÂn no tenÃÂan igual.
Si estuviera en el jardÃÂn, oirÃÂa las canciones bellÃÂsimas de los pájaros y los zumbidos de las abejas que trabajaban, chupando la miel de las flores.
Cuando pienso en ese jardÃÂn, me siento feliz porque mi abuelo no cuidaba ese jardÃÂn por no tener nada mejor para hacer, sino por una sonrisa, la de mi abuelita. Mi abuelita no podÃÂa trabajar en el jardÃÂn a causa de una enfermedad. Mi abuelo sabÃÂa que el jardÃÂn era un lugar donde mi abuelita podÃÂa disfrutar de la paz y olvidarse la enfermedad malÃÂsima. Tengo una foto de mi abuelita en la cual ella huele una rosa y aunque está en una silla de ruedas, está sonriendo y por eso, trabajaba mi abuelo en el jardÃÂn, cuando él se muera, mis abuelitos trabajarán juntos sonriendo en un jardÃÂn celestial.